“No creo que la arquitectura tenga que hablar demasiado. Debe permanecer silenciosa y dejar que la naturaleza guiada por la luz y el viento hablen”. T. Ando
Detrás de los muros de hormigón de las obras de Ando subyace un concepto, un espíritu, una historia, una manera de contar las cosas y vivenciarlas, que trasciende los elementos y su materialidad. Es la filosofía y tradición japonesa que está ahí y se manifiesta en puntas de pie.
Ando plantea recorridos en sus obras, otorgándole a sus creaciones una cuarta dimensión: la del tiempo. Un tema fundamental en la filosofía zen. Sus secuencias de acceso, permiten que mientras uno la transita alcance un estado de contemplación y conexión con la misma.
No hay apuro en esta sucesión de escenas, el tiempo participa en cada una de ellas como un protagonista más.
La filosofía japonesa está en cada uno de sus gestos arquitectónicos, en su modo de llevarte, de prepararte, de envolverte y seducirte. Porque la obra no se entrega de pronto. Juega su juego de seducción, se convierte en objeto de deseo, mientras te prepara lentamente para conectarte con la vivencia que está por venir. (Extracto de mi crónica: “la cuarta dimensión en las obras de Tadao Ando”) Hoy comparto mi visita al Water Temple en la isla Awaji, Hyogo. Japón. Y lo hago desde mi aproximación y llegada al lugar. Porque los lugares se comprenden mejor en su entorno e implantación. Mi mirada.